20 febrero 2018

Estar mal y sus inconvenientes.

Un cocodrilo intenta desangrarme hincando sus dientes en uno de mis brazos, pero yo los mantengo firmes contra mi cuerpo y le acompaño mi cuerpo pegado al suyo en su giro frenético bajo el agua. Siento el mareo, la falta de aire, las limitaciones de mi condición de humana y sin embargo, siempre tengo la fe. La fe y la certeza de que todo pasa.

En lo que pasa recuerdo lo bien que estaba cuando estaba bien y agradezco haber sido capaz de agradecerlo y explotarlo al máximo. Y, sin embargo, ahora no soy capaz de salir de este remolino de agua y escamas. No soy capaz. No soy capaz. Ningún mensaje me inspira. Los días pasan como cualquiera. Mi risa se ha transformado en una llamarada de aliento fétido. Sapos y culebras salen por mi boca. Humor ácido. Las palabras. Pomelo mix. Mi bufanda se hunde en el puré de calabaza y jengibre que acabo de preparar y quisiera que el mundo estallara en mil pedazos. Sin embargo, solo puedo, ridícula de mi, quitarme la bufanda, arrancarla torpemente del cuello, no sin provocarme antes un poco de quemazón por el roce de la tela, y tirarla al suelo y cogerla con todas mis fuerzas y... meterla en la lavadora. Acto seguido me echo a llorar. No puedo más. Ni con la bufanda, ni con mi aliento, ni con mi malestar interior. Me rindo. Me duele el cuerpito. Las lumbares lo que más. Un principio de dolor de cabeza sinusal se ha transformado ahora en un cuadro de mocqos, tos y malestar generalizado, incluyendo pituitaria, vesícula biliar y demás órganos impracticables. Tristeza, vacío interior y un aburrimiento profundo acompañado de una ansiedad galopante completan el cuadro de dolor.

Me rindo. Además, no me queda otra. A mi alrededor todo se ha dispuesto para que yo me agarre a mi misma y me haga fuerte. Fuera nada ayuda: indiferencia, negación del malestar, falso optimismo, negación de tu estado de vulnerabilidad, falta de escucha real, consejos presumidamente elevados para salir del paso y llamadas interesadas en aspectos de mi ser que nada tienen que ver con mi ser, me acompañan, me exasperan, me irritan profundamente. Las observo a todas y las observo en mi. Son demoledoras. Pareciera que alrededor hay un montón de personas dispuestas a cuidarte y, en realidad o no quieren o no saben hacerlo. Para eso es mejor estar en una isla desierta. Y, de hecho, en eso me convierto. Una isla inaccesible en la Castilla sin botes ni remos.

Y después, en una isla de meditación, de silencio y de escucha activa. Una isla mágica que me ha sacado de las garras del cocodrilo en dos horas. Son los círculos 'awakin' que celebramos en Burgos todos los lunes. Encuentros bellos en los que compartir silencio, habla y escucha activa. Hasta que no se vive no se sabe lo sanadora que puede ser la escucha activa. Sino, que le pregunten a todas las personas que se gastan 250 pavos al mes para sentarse a ser escuchadas por una psicóloga una vez por semana.

Creo que Mr wonderful y todos los mensajes optimistas y buen rollistas que nos rodean son fantásticos. Un mundo más positivo y mejor, donde establecer mejores relaciones entre nosotras y con el medio solo puede venir de nuevos mensajes, bonitos mensajes que nos lancemos una y otra vez. Pero. Pero, amigas, ay, cuando estemos mal, tristes, apáticas, irónicas, jodidas, cansadas, heridas, doloridas, ansiosas, loqueseaquenospase que sea más bien de la onda de Mr Puterful, entonces también debemos dejarlo salir con la misma naturalidad. Dejarlo salir y acogerlo con la misma neutralidad. Cuando alguien nos dice que está super contento, ¿verdad que no le decimos que mañana seguro va a estar super triste? Entonces ¿por qué lo hacemos al contrario? Verás que mañana estarás mejor. Me dicen. O no. Respondo. Y la otra persona colapsa. Ojo izquierdo se cierra, un silencio eterno baña la habitación. O no. Y no pasa nada. Estoy mal. Pero no pasa nada. No me voy a morir de esta. Y si así fuera, tampoco pasaría nada. Digo. No hace falta decir nada. Ni recordarle a la otra persona que una vez tu también estuviste fatal, ni menospreciar su dolor, ni obviarlo, ni darle un consejo si no te lo ha pedido.

Quizás lo mejor sea decir simplemente: 'te comprendo, estoy contigo. Si me necesitas silba'. Otra opción puede ser dar un abrazo (no obligado), que es otra manera de decir 'estoy presente para ti' .

Y aquí paz y después gloria. O no.


Love.