19 febrero 2013

Siempre fui una joven sin futuro

Aquí tienes el libro en pdf y epub 
Hallá por Marzo de 2011 me estaba preguntando yo porqué los jóvenes no estábamos saliendo a la calle, teniendo en cuenta las condiciones laborales y, por lo tanto, vitales, que el mercado nos imponía. Yo de aquellas intercalaba (intercalo) trabajos mal pagados en empresas que me importaban una mierda, con prácticas infinitas y voluntariados en otros lugares que me interesaban más. Y mi situación no era aislada. Miraba a mi alrededor y todas las personas de mi edad estaban y estamos en la misma. 

De pronto, un día me di cuenta que era muy difícil que nos pusiéramos de acuerdo en salir a la calle. Al no trabajar, al no pertenecer a sindicatos estábamos desorganizados, dispersos, sólos cada uno con nuestras circunstancias. Intentando, al menos, hacernos respetar en lo personal, en el trato personal de esas relaciones laborales, esclavorales, que se nos imponían e imponen y que, muchas veces, no respetan ni eso.

Y entonces un día, vi la convocatoria de Juventud Sin Futuro del 7 de abril y lo publiqué en mi muro de facebook y bajé a la plaza Antón Martín, donde vi muchas caras precarias, como la mía. Sin saberlo, ya había conocido a Juventud Sin Futuro, o su discurso, a través de una pintada en la facultad de Ciencias de la Comunicación que decía 'Violencia es cobrar 600 euros' y que acabó siendo la portada de un trabajo que hicimos sobre la Violencia Económica y sus efectos psicosociales en la juventud. 

Quien sabe qué otras cosas más vi que me influyeron y me hicieron bajar a la Plaza ese día. Lo que sí sé es que Juventud Sin Futuro tuvo la capacidad de unirnos y sacarnos a la calle ese día y que, después, junto  con Democracia Real Ya, fueron el germen de lo que hoy es el 15-M. Un movimiento que sigue siendo tan impredecible como ilusionante.

Hoy termino de leer el libro de Juventud Sin Futuro y sigo enamorándome de esta organización, por su fondo, por sus formas, por sus cabezas, porque me enseñan lo que es la juventud, lo que se la maltrata y utiliza y, en cambio, lo buena que puede llegar a ser, si se quiere. Pero sobre todo, porque me enseña las palabras con las que nombrar las cosas que nos pasan.

Este es sólo un ejemplo:
Ninguna sociedad, pues, ha rendido un culto tan fanático a la juventud como la nuestra; y ninguna sociedad, sin embargo, ha despreciado tanto a los jóvenes. Las cifras son 'tunecinas'. Es cierto, más del 40% de los jóvenes españoles están en paro y los que trabajan lo hacen con contratos basura y con salarios bajísimos. Es cierto: 6 de cada 10 jóvenes entre 18 y 30 años vive con sus padres y el 55% depende de ellos para sobrevivir. 
Pero todo esto parecía soportable mientras lo soportaban. ¿Por qué lo soportaban? La respuesta que dábamos desde la izquierda, con cierta displicencia y mucho pesimismo, tenía que ver con ese largo proceso de despolitización emprendido en los años setenta y que Pasolini llamaba el 'hedonismo de masas': acceso a mercancías y tecnologías baratas que alimentaban la sociedad material y la imaginación común. La 'miseria vital', compartida en realidad con los jóvenes sublevados en el mundo árabe, parecía amortiguada o compensada en Europa por los privilegios de un consumo menudo, de gadget y pizzas, de ipods y refrescos, que en realidad - aún más que la represión- promovía la infantilización permanente de las nuevas generaciones. No sé cuántos golpes puede soportar un cuerpo; pero hay mucho desprecio en suponer que un alma puede aguantar - o incluso reclamar- un número ilimitado de caricias falsas.  
Los adultos pueden querer solamente dinero o sexo o comida; pero lo natural es que los jóvenes quieran ser adultos y ser adulto, aunque el mundo no lo sea, aunque los padres no lo sean, ha significado siempre lo mismo: ser libre, independiente, digno, dueño del propio discurso. ¿Qué es la juventud? La rebelión, no contra los mayores, sino contra la infancia; el deseo irresistible de abandonar la niñez, la negativa radical a ser tratados como niños.

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