23 enero 2012

Color + adjetivo

La quietud se activa y desaparece. Entra el movimiento, zigzagueando por entre las espirales de aire cálido, poseyendo la aleación. Accionándola. Dos varas revolotean dibujando círculos imperfectos. Chocando entre sí, entrelazan deseos ovillados. El sonido como de raspadura, de fricción aguda se expande por todo el cuarto. Los sables se afilan, chillan a la soledad. ¡Fuera! Los brazos reviven una vibración extinta y la contagian al resto del cuerpo a través del rebote de la sangre en las paredes cobrizas de las venas. Circuitos de vida. Chasquidos en los codos, los nudillos estrellados. Un destello de atardecer irrumpe por la ventana. Una mujer combate la artritis. Enérgicamente, teje. 
Loas que adivinen el color y el adjetivo de que se trata, se llevarán una fantástica piruleta con forma de corazón. ¿Por qué dejaría yo de regalarlas?

22 enero 2012

Esos dos brillantitos rojos

Dos semanas hacía ya que no dormía bien. Un dolor agudo se instalaba en las cuencas de los ojos al despegar los párpados cada mañana. Y remontar el sueño después del sopor de la comida me costaba un esfuerzo sobrehumano. Pero los compromisos de las tardes me obligaban a accionar los músculos, el cerebro, las articulaciones y la sonrisa. Y así, llegaba a las noches, con los huesos despedazados y un humor amarillo verdoso que sólo una ducha caliente reparaba. 
Una noche, cerrado ya el grifo, un brillo en el sumidero de la bañera llamó mi atención difusa. Era uno de mis pendientes. Lo comprobé. Sí, lo era. Encorvé la espalda, tres vértebras crujieron, y alargué el brazo, forzando el codo a desdoblarse, atinando para coger con mis dedos muertos esas dos piezas enanas: el pendiente y su tuerca. Aguzando la vista, enfocando la mirada en el espejo, di con el agujero y pude ensartar de nuevo la pieza alargada en él, asegurándola con la tuerca, del otro lado de la oreja, no sin cierta dificultad. 
Me sequé el pelo y me tiré en la cama, mi cuerpo: un peso lleno de gravedad, falto ya de energía, tuvo que recorrer toda la superficie de la cama, retorciéndose en mil trescientas cuarenta y dos posturas, antes de conciliar un sueño frágil. Al despertar, frotándome la cara con fuerza, en un primer intento de espabilar, una de las yemas de los dedos rozó el lóbulo descubriendo su desnudez. Los pendientes habían desaparecido. Con mis sentidos dormidos no logré dar con ellos. Ni tampoco después, cuando se despertaron. Un misterio que me hizo pasar el día como aletargada. O quizás sólo era efecto de la falta de sueño.

20 enero 2012

Esos dos brillantitos rojos

Sí, ayer la vi. Estaba preocupada. Me contó que había perdido los pendientes. Primero uno y luego los dos. No sé. Ahora que lo pienso, eso hacen tres. Pero sólo tiene dos agujeros. Me dijo algo de una ducha. Y que sospechaba ser sonámbula. No sé, mejor pregúntale a ella porque yo no vi la conexión por ningún lado. Esta chica cada día es más rara.

18 enero 2012

Esos dos brillantitos rojos



Es curioso cómo a veces una repara en las cosas. Si yo no hubiese perdido el pendiente en la ducha no habría sido consciente de que lo llevaba, o de que ya no lo llevaba. Con lo despistada que soy, que muchas veces no sé ni dónde tengo la cabeza, entonces, como para saber si llevo los pendientes o no. Imposible. Yo no. Pero lo vi ahí, brillando en la rejilla, salvado de caer en las profundidades del desagüe.

Si yo hubiese dormido como se tiene que dormir, cerrando los ojos y descansando, no me habría alterado por el incidente. Pero llevaba unos días levantándome más cansada que un perro y amanecí sin pendientes. Y ni rastro de ellos en la cama, ni en el suelo, ni en ningún lugar lógico. Ni ilógico. Miré hasta en la nevera. ¿Acaso me habría levantado aquella noche sonámbula y me habría quitado los pendientes? Eso tenía sentido, cerraba el círculo. Pero seguía siendo raro. O a mi me lo parecía.  

El destino jugaba conmigo. ¿Por qué quitarme un pendiente, para después quitarme los dos? ¿Por qué no arrancarme los dos de una vez? No es nada usual perder las cosas en dos tiempos. ¿O si? Porque, ¿cómo suele perder las cosas la gente normal? Que alguien normal me lo explique. Porque estuve un par de días haciéndome preguntas, dándole vueltas al significado oculto que eso podría tener. Sin llegar a ninguna conclusión firme. 

17 enero 2012

Esos dos brillantitos rojos

Una ducha
evidencia 
un pendiente
que se pierde 
con su par
una noche.

Nadie los pudo robar.
Sólo un mal sueño.

16 enero 2012

Esos dos brillantitos rojos

Al salir de la ducha, rescaté un pendiente con su tuerca de esa rejilla que separa el desagüe de la vida. Lo volví a ensartar en la oreja, contenta de haberlo recuperado. Me sequé el pelo y me fui a la cama. Estaba molida, últimamente no conseguía descansar bien. 
Dormí sola. 
Al despertar, mis orejas estaban desnudas. El detalle de la ducha me recordó que me había acostado con ellos. Revolví toda la casa en su busca, pero nada, ni rastro de los pendientes, ni las tuercas por ningún lado. Aquel incidente me dejó perpleja. No supe descifrar qué significaba aquello. Sólo una leve sospecha de un posible sonambulismo ocasional.