13 octubre 2011

Tragicomedia barata


Poniendo de por medio a ZP, a Moratinos, a Rubalcaba y al embajador de EE.UU, Llamazares consiguió que la CIA le pidiera perdón por usar su foto. Le dijeron que ya la habían quitado de sus páginas web. Palabrita. Y que sentían los pequeños inconvenientes que puede ocasionar que te confundan con Bin Laden en un momento dado. De corazón. Pero Gaspar no pudo irse de viaje a Libano, ni fue a EE.UU, ni a ningún otro sitio. El pobre temía por su seguridad.

¿Y la CIA qué ha hecho, pasado el tiempo? Pues lo mismo que los de Telefónica cuando no te hacen ni caso cuando te quieres dar de baja. Lo mismito. Han vuelto a usar su foto en otras dos ocasiones, haciendo que las narices de Llamazares se hincharan considerablemente, y no precisamente debido a un abuso del photoshop.

El hombre sigue temiendo por su seguridad y por su vida. Pero, lejos de compadecerle, la gente (ese ente) no le toma en serio: piensa que sólo tiene afán de protagonismo, que es un pesado que no hace más que darle vueltas al tema incansablemente. La opinión pública le vapulea como si fuera un pelele y se mofa de él con saña.

Lo que, salvando las distancias, me recuerda a mi amiga, que el otro día nos contaba con todo lujo de detalles el dolor que experimentó cuando su ano volvió a erupcionar, derivando en una almorrana. Nos dijo que sintió que se iba a partir en dos en cualquier momento, después de que su cuerpo temblase de forma compulsiva e imparable; y recuerdo cómo el resto de nosotros nos apretababamos el estómago con las manos, mientras nos reíamos a carcajada limpia. Más dramática se ponía ella, más nos reíamos nosotros.

Igual que le pasa a Llamazares: cuanto más sufre, más se burlan de él. De lo que deduzco que tenemos el sentimiento tragicómico de la vida muy arraigado. Sobre todo, cuando no se trata de nosotros mismos.

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