29 julio 2011

El viaje


En ese instante hasta esas enormes torres metálicas me parecieron bonitas. Como si las observara por primera vez, intenté averiguar qué hacían allí, mientras me mecía el traqueteo del autobús y la música aquietaba mi ánimo. Extrañada, pensé que quizás estaban allí para guiarnos, para que no nos perdieramos, o que a lo mejor sólo querían acompañar a los campos en su plana soledad y jugar con ellos a las sombras eternas y enredadas. Después, pensé otra cosa. A saber qué. Ahora ya sólo recuerdo mis parpados pesando mil toneladas y un sueño horroroso que me fulminaba. Nada más. Al despertar, me entretuve despegando la baba seca de mi camiseta. Y eso... pues... me llevo un ratito.

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