28 junio 2011

Una mañana de verano


Las espigas granadas
tiñen el paisaje
de rubio platino.

El sol
rabioso
aplana
las cabezas
de los caminantes.

Masas de aire
caliente
nos azotan
en el quad,
mientras subimos
al cerro.

Ciento ochenta grados
de páramos
desaturados
nos aquietan
el ánimo.

La canícula
pixela el cielo.
Por eso
el horizonte
es más infinito
hoy.

La cerveza
se acaba.

Descendemos
a trompicones
por el camino
agrietado,
divirtiéndonos
con el juego
de las ruedas
en la tierra
quebrada.

Rodando,
ya en carretera,
abrimos bien la boca
para tragar
vientos de 70 km/h.
(y algún bicho)
Dejamos las melenas
a su aire,
permitiendo que se enreden
a su antojo.

No decimos nada.
Simplemente,
vivimos el momento
perfecto
de una mañana
de verano.


...Y llegamos puntuales
a la procesión...

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