25 febrero 2011

Hay que sonreír y liberar creatividad

En los últimos meses ya voy leyendo o escuchando varias fórmulas mágicas para atraer y gustar a los demás. Ya que tenemos que vivir en sociedad, mejor hacerlo en armonía y llevarnos bien. Para eso, qué mejor forma que esforzarnos un poquito en agradar ¿no? Bueno, al menos eso dice la teoría...


La última y más esperpéntica de todas ellas fue un anuncio que vendía los beneficios infinitos de rociarse feromonas, sustancias químicas que provocan un comportamiento determinado en otro individuo. En este caso, diseñadas para atraer a los demás. Me quedé de piedra. Los testimonios eran del tipo: ''Soy fisioterapeuta y antes mi consulta estaba vacía, pero desde que me rocío feromonas tengo la agenda llena'' o ''Gracias a las feromonas me siento más seguro de mi mismo y ligo más''. A parte del hecho de que dude de su eficacia, simplemente me pareció patético. ¿O sea que tu eres un cardo de cara deforme y agrio como un limón, y te echas esas feromonas y ya está todo arreglado? ¡Venga hombre!


Yo, no sé, llamadme rara, pero prefiero otro tipo de fórmulas más sencillas. No sólo porque mejoran la vida en sociedad, sino la tuya propia. Por ejemplo, Eduard Punset me sorprendió un día diciendo que él cada mañana se mira al espejo y se obliga a sonreír. Incluso decía que, al principio, se ponía un lápiz atravesado en las comisuras de los labios, para que los músculos faciales se acostumbraran a la sonrisa. La razón es que tendemos a acercarnos a las personas que se sienten atraídas por nosotros. Parece lógico, hacer lo contrario sería un poco masoquista. Si alguien te sonríe, de alguna manera, infieres que está a gusto contigo e intentarás reforzar esa relación. Por el contrario, si una persona no te sonríe ni aunque le hagas cosquillas pensarás que le caes mal y dejarás de verlo. Por lo tanto, sonreír es una buena cosa. O eso decía él, con otras palabras, claro.


La última de todas y objeto de este post es la idea de que hay que liberar creatividad para con los demás. Qué bien me sonó eso cuando lo leí. Pensé en la cantidad de cosas que estaban incluidas en esa frase tan simple, pensé en lo bueno que es sorprender a los demás y que te sorprendan. Pensé en la cantidad de gente que he oído decir que no eran creativas porque no dominaban ninguna de las disciplinas que normalmente se entienden como creativas, como la pintura, la música o el teatro. Cómo si sólo se pudiera ser creativo así. Cuando me enseñaron creatividad me dijeron que todas las personas son creativas por definición y yo, por otra parte, siempre lo he creído así. Y hay millones de momentos en los que dar rienda suelta a esa creatividad, millones de maneras de hacerlo y millones de personas a las que agradar haciéndolo.


Sin ir más lejos, el otro día dejamos nuestro vino en la barra, salimos a fumar y al volver nos encontramos con esto.


Y así el camarero no sólo se ahorró dar explicaciones sobre si un sitio está ocupado o no, sino que además liberó creatividad. Por lo que yo, no sólo le hice una foto, sino que además sonreí.

22 febrero 2011

Papel acallado con bombas

''Queremos que caiga el régimen'', dicen las pancartas. No ha caído como ellos pedían, pero si ha caído en forma de tiroteos y bombardeos, dejando 250 muertos y un aeropuerto destruido. Si los de la foto lo hubieran sabido quizás habrían escrito otra cosa en sus pancartas.

Aunque, por otra parte, ante un tirano como Gadafi poco importa qué escribir o qué decir. Se me antoja que las palabras se quedan cortas ante un ataque de tal calibre a la población. Inocente. Y que todas esas formas de acción, tan loables, como son la no violencia activa o la resistencia pasiva como forma de hacer ver la inmoralidad de los actos del atacante, resultan, cuanto menos, insuficientes cuando del otro lado hay un desalmado sin escrúpulos ni humanidad como este.

Si yo pienso esto y me ha invadido la ira al conocer la noticia esta mañana, no me quiero ni imaginar las familias de esas 250 personas que han perdido la vida así, de una forma tan gratuita. Así, sosteniendo cuatro pancartas de papel debajo de un ejército comandado por un déspota malnacido. Se me cae el mundo a los pies...

10 febrero 2011

Ampliación del campo de batalla

La semana pasada, que estaba yo con problemas de acidez derivados del trato humano, me vino genial leer este libro. Por aquello de la empatía, de no sentir que eres la única que tiene sentimientos de odio hacia... ¿todo?
El narrador de esta novela es un técnico informático hastiado de su inútil trabajo, de su jefe, de las mujeres, del psicoanálisis, del sexo, del ser humano, de la sociedad, de la vida. De todo.
(...)''Me doy cuenta de que fumo cada vez más; debo rondar los cuatro paquetes al día. Fumar cigarrillos se ha convertido en la única parte de verdadera libertad en mi existencia. La única acción con la que me comprometo plenamente, con todo mi ser. Mi único proyecto.''(...)
Con altas dosis de sarcasmo crudo, hiriente y desternillante a un tiempo y un estilo sencillo y directo como un misil, relata el proceso de descomposición en el que se encuentra. Partiendo de un equilibrio imposible entre la realidad y el deseo de abstraerse de ella, el narrador busca son desgana el cabo de la cuerda para pisar, finalmente, tierra firme. Sin embargo, fracasa. La caída libre es inevitable.