22 diciembre 2011

Distrito 9

No sé porqué narices Dani eligió esta peli de 2009. ¿Una de extraterrestres? La vi porque pensé que me quedaría dormida en el minuto 3.
Empieza la historia. Una nave instalada en el cielo de Johanesburgo (después de NY, no hay más ciudades en el mundo) y debajo un ghetto de extraterrestres salvajes con cuerpo de insecto. Una comisión tiene que entrar en él y hacer que, uno a uno, todos los bichos firmen una orden de desahucio. ¿? 
Una maraña de géneros se entremezclan sin concierto: falso documental, reportaje periodístico, comedia romántica, thriller... para conducir la historia del protagonista, un antihéroe con todas las letras, un pusilánime de constitución frágil con la habilidad de elegir siempre la opción incorrecta y al que me dieron ganas de matar varias veces. Eso me mantuvo despierta, al principio.

Después, ya sabiendo que estaba ante una película pretendidamente estúpida, la trama:  Una mutación histórica, la inmoralidad humana y la brutalidad tribal en su intento de explotarla; la inteligencia de un bicho y su hijo pequeño, no menos inteligente, con su plan para escapar de la animalidad de sus semejantes y, por otro lado, el suegro del protagonista engañando a su hija, estúpida perdida también, que no hace sino complicar más al pobre patán (que ya bastante tenía con lo suyo). Oye, curioso. 
Ah! y claro, que esto es ciencia ficción... ejem. Los efectos especiales impecables. ¡La mutación se ve a tiempo real! Laleche.
La recomiendo. Me sorprendió mucho.

16 diciembre 2011

Balambabulubabalambambú


Por fin os puedo enseñar estas fotitos que echamos en una tarde de primavera. Que sudor y lágrimas me ha costado sacarlas adelante. Espero que os gusten.
La serie entera aquí.

14 diciembre 2011

#McTo 17

En algún lugar del mundo, un preso de conciencia celebraba el día de los Derechos Humanos.

Foto: East Side Gallery (Berlín)


08 diciembre 2011

#cuentuito 16

Si hubiera sabido que ese beso se iba a congelar, seguramente, habría elegido a alguien más guapo.

Pintura: Dimitri Vrubel
East side gallery

06 diciembre 2011

Anisakis

Claro que hay un momento que haya recordado durante años. Fue una cena en casa. Yo era pequeño.

Aquella noche, Carlos contó que ese día, al salir a la pizarra, le habían dado un tremendo tizazo en la frente. Estaba bastante molesto, decía que todos los niños se habían reído de él y que el profesor no había castigado al culpable. Se levantó el flequillo dándose importancia, como para probar lo que decía, y pude ver el huevito que le había salido. Le tuvo que doler, estoy seguro, pero yo, lejos de compadecerle, me reí a dos manos. Esas cosas ridículas solían pasarme a mí y solía ser él quien se reía de mi. Así que no desaproveché la oportunidad de cambiar de rol, por una vez. Cualquier otro día los cuatro nos habríamos reído de aquello. Pero esa noche mamá no se reía, no sonreía, ni siquiera nos miraba. Seguramente no había escuchado nada de lo que estábamos hablando. Se dedicaba a rellenar nuestros platos con tajadas de pescado y ensalada, como un robot, sin mirarnos, sin preguntarnos si queríamos más o no. Y el suyo, vacío.  Mamá esa noche estaba ausente.Papá no había llegado aún. Después de analizar la situación, Carlos me dirigió una de esas miradas de 'come y calla, enano', así que dejé de reír.  

La tele estaba encendida, pero no le prestábamos atención. Sólo rellenaba el silencio. Yo me preguntaba qué estaba pasando allí. Mire a Carlos con las cejas arqueadas, pero él sólo me devolvió un encogimiento de hombros. ¿Dónde estaba papá? , ¿por qué mamá no hacía más que mirar el teléfono? No entendía nada. 

Las llaves sonaron al otro lado de la puerta principal. Papá entró en la cocina. Olía a frío, lo recuerdo perfectamente. Nos miró a los tres, pero no dijo nada: ni saludó, ni nos dio un beso. Nada. Miró el pescado con desprecio y partió unas lonchas del jamón de la cesta de navidad. Cuando llenó el plato, lo posó en la mesa. Y, no le dio tiempo a sentarse a la mesa, cuando mamá ya había dado un manotazo al plato y el jamón volaba por los aires. Los ojos de papá se agrandaron como nunca había visto. Nos mando salir y cerró la puerta.

Bien juntos mi hermano y yo, en el pasillo, oíamos la conversación en clave de ira de mis padres. Mamá le gritaba que estaba harta, que qué horas eran esas de llegar a casa. Le preguntaba para qué tenía el móvil. Papá le boceaba que no llegaba antes con tal de no discutir y que el mero hecho de escuchar su voz le irritaba, que por eso no llamaba. Y que estaba harto. Algo parecido a eso es lo único que pudimos escuchar, el volumen de la tele estaba altísimo. Después, no escuchamos nada. Era la primera vez que nuestros padres discutían. No sabíamos qué estaba pasando ahí dentro, ni lo que se suponía que teníamos que hacer. Nos abrazamos fuerte. Papá salió de la cocina. Mamá, de pie, apoyada en el frigorífico, lloraba con la cabeza gacha. 

- Tranquilos chicos - dijo papá mientras nos conducía a nuestra habitación- Todo irá bien, tranquilos. Ahora dormid, yo tengo que hablar con mamá.

Nos besó en la frente y cerró la puerta, encaminándose a la cocina, de nuevo.

Mi hermano y yo nos acostamos en la misma cama. Estábamos tiritando, llorábamos mejilla con mejilla, sudábamos, nos abrazábamos y respirábamos a cuentagotas, para escuchar lo que decían. Pero, ahora que la conversación se había relajado, no oíamos nada más que la maldita televisión. Nuestra respiración fue ralentizándose a medida que pasaba el tiempo y, cuando mi hermano se durmió, supe que todo iría bien, que podía dormir tranquilo. A la mañana siguiente, papá ya se había ido.

A las pocas semanas, mis padres se separaron. Y yo pasé muchos años pensando que ojalá mamá no hubiera preparado pescado esa noche. Sólo tenía ocho años.

03 diciembre 2011

#relatsnegres

También participé en este sorteo. He aquí mis boletos:


- La congresista amaneció desnucada en la bañera. Demasiado fortuito, pensaron los servicios de inteligencia. 




- No sabe nada y encima es más feo que un plantón. Fumaré otro cigarrillo. Cuanto más humo, mejor. - rumiaba la espía de labios rojos.



- Un liguero de encaje y un carrete sin revelar. Las pistas eran tan sugerentes que el detective olvidó que investigaba un crimen.




- Forense: El contenido de su estómago esclareció la causa de la muerte. Sesos y mermelada. Tuvo que morir de asco. 




Los ganadores aquí: http://vimeo.com/32775205
  

22 noviembre 2011

Cristobal

Los antes suaves reposabrazos del butacón ahora parecían hechos de esparto, tan ásperos se habían vuelto. En algunas partes, la tela tenía arañazos. Y el color del tapizado, se había desaturado de tantas horas pasadas al calor y la luz del sol que entraba por la ventana a la que se arrimaba.

El viejo Cristobal, sin embargo, pasaba las tardes desparramado en él, unas veces leyendo el periódico, otras, contemplando el paisaje sin ambición.  Aquella tarde, miraba cómo las hojas amarillentas de aquellos plátanos centenarios hacían regates a las corrientes de aire antes de caer al suelo. Después, seguirían su camino siguiendo el curso agonizante del regato que, cada día menos caudaloso, se arrastraba por el fondo de piedras como pidiendo perdón. Quedó hipnotizado por el movimiento de aquellas aguas, pero al poco rato tuvo que apartar la mirada. Los recuerdos de cuando el viejo era niño y jugaba con sus amigos a hacer la rana en las aguas, otrora abundantes, se empañaba. Y ya bastante tenía con el ánimo otoñal, como para empezar a remover recuerdos, pensó el viejo que, aprovechando el impulso de un suspiro profundo, se levantó de la butaca en dirección a la cocina.

- ¿Cómo está la dalia más bonita de mi jardín? - dijo el viejo abrazando a su mujer por detrás.

Antonia, sin dejar de fregar los cacharros, entornó levemente la cabeza hacia atrás para recibir el beso que el viejo le daría. Al movimiento de los brazos de la vieja, afanada en su tarea, se unía el de sus caderas y, a estas, el del cuerpo enjuto del viejo, que, pegado a ella y hundiendo la cabeza en su cuello, se meneaba como un peso muerto zarandeado por una locomotora. Le encantaba ese masaje cacharrero, así lo bautizó Cristobal un día de inspiración, por eso adoptaba esa postura cada vez que podía; hasta que ella, que no disfrutaba tanto de aquello, le espantaba.

- Ay Cristobal, que así no hay manera de que una haga nada. Echa pa llá, anda…

Y el viejo, obediente, se despegaba, esta vez encaminándose a la alacena. 

- ¿Una copita de vino, flor de loto?

Ella negó con la cabeza. Él sacó una sola copa, cerro el armario y se sirvió el culín de Ribera que quedaba en la botella. Luego, si acaso, abriría otra. Le dio un sorbo y deambuló por la cocina arrastrando las babuchas.

El sonido de la tela rozando con las baldosas irritó un tanto a la vieja, que le dijo que qué hacía, que si estaba de romería. 

El viejo captó la indirecta y, sin saber muy bien qué hacer, se sentó en una de las sillas de mimbre. Posó la copa en la mesa. Sacudió, dobló y guardó las servilletas de tela en el cajón; recogió las miguitas de pan, empujándolas con el canto de una mano para atraparlas con la otra. Se levantó y apartó torpemente a su mujer con la cadera, para poder tirarlas en la papelera. Volvió a buscar su copa, que recibió con un sorbo alegre.

Hacía ahora tres meses que se habían trasladado a la casa del pueblo. Los días de hastío enfrascado con facturas, tablas de excel y cuentas absurdas, los nervios de fin de año y los madrugones habían terminado para él. Lo cierto era que Cristobal había recibido la jubilación en aquella gestoría como un salvavidas. El cariño que los dueños le tenían, unida a la pereza de buscar a un sustituto, la escasez de tiempo para hacerlo y el tiempo que le llevó al reemplazo aprender el oficio cuando lo encontraron, obligaron a Cristobal a trabajar hasta los 73 años. Un día más y habría matado a alguien, solía decir. 

Después de un tercer sorbo, la copa dio a su fin. Sin duda, este culín me ha cundido poco, pensó el viejo, que tuvo que abrir otra botella. Esta vez, llenó la copa hasta arriba y volvió a la butaca.

Miró a través de la ventana. Dos niños aprendían a bailar la peonza a lo lejos. Apretaban la lengua entre los labios y enroscaban la cuerda en las hendiduras de la madera hasta que se acababa. Entonces, disponían cuidadosamente los dedos alrededor del cabo, para después, tirar de él sin mesura, sin tacto, haciendo que la peonza rebotara bruscamente contra el suelo cada vez.

- ¡Jesús! ¡Cualquiera diría que están lanzando un menhir! - exclamó el viejo la quinta vez que contempló la misma escena.- ¡No hay que lanzarla tan fuerte!

Los niños nunca le habían caído bien. Ese tener que estar todo el día explicándolo todo, ese tener que estar encima, cuidado, no hagas eso, no metas los dedos ahí, llevarlos y traerlos de aquí para allá, reír de cosas que no tienen gracia y sobre todo, eso de tener que jugar a lo que fuera… le hacía sentir como estrangulado. Cuando, en las cenas familiares o con amigos, había niños presentes, Cristobal se cubría el cuello con las manos (aunque no se daba cuenta) y, disimuladamente, se ponía en la otra punta de la sala. Evitando todo contacto visual y rehuyendo las preguntas ocasionales que pudieran hacerle, había librado sendas batallas con esos enanos piscagas, así solía llamarles, que tanto le alteraban.

La copa volvía a estar vacía. Se dirigió a la cocina a rellenarla. Antonia, sentada en la mesa, ojeaba un libro de recetas. 

- ¿Con qué me vas a sorprender en la cena, tulipancito?- preguntó el viejo mientras cogía la botella.
- Pues todavía no lo sé, estoy mirando este libro de cocina afrodisíaca… 
- ¡Ah! ¿Desde cuando te da por la cocina africana?- preguntó el viejo descorchándola.
La vieja levantó la mirada de aquellas páginas y se dejó escapar una risa pícara. Blop - el corcho había salido.
- ¿Pero qué dices, Cristobal, majo? Afrodisíaca es la comida que estimula el apetito sesual - le explicó ella, que nunca había aprendido a pronunciar la x como correspondía.
- Ah… - el viejo se había puesto colorado - vaya. ¿Y en qué consisten esos platos?
- Pues mira, estoy dudando entre preparar el arroz a la llama del amor o una ensalada provocativa al gruyere. 
- Mmmm… que bien suena eso….
- Sí, mira que pinta tienen - dijo la vieja acercando el libro abierto a su marido.
- Me apetece más la ensalada provocativa. - confesó.
- ¿Si? pues eso haré. A ver si así me das una alegría.
- Pero mujer, si quieres un buen meneo no hace falta que te molestes tanto, que me tomo una viagra y listo.
- No, deja deja, que la viagra esa es demasiado. Me acuerdo que la última vez parecías un potrillo desbocado. ¡Ay Cristobal, que no te cansabas nunca! 
- Yo nunca tengo bastante de tí, querida- dijo con una voz grave que pretendía ser seductora. 
- Si serás fanfarrón…- dijo la vieja riéndose. 

Cristobal dejó la botella en su sitio.

- Bueno, saldré a comprar un par de cosas que hacen falta para la ensalada- dijo la vieja encaminándose a la puerta principal.

Él la siguió, le abrió aquella vieja puerta descuadrada con dificultad, se dieron un beso cómplice y ella le dijo que volvería en cinco minutos, que no se impacientara; él cerró la puerta, arrastrándola nuevamente, y volvió a la butaca con la copa de vino. 

La gata blanca que habían recogido de la calle se paseaba por el salón sin rumbo aparente. El viejo contemplaba su elegancia, ese vaivén de omoplatos que lucía orgullosa, la cabeza y la cola bien erguidas. Cuando se acercó a la butaca, echó mano de ella por la panza y la colocó en su regazo. La acarició pensando en el jugueteo que le esperaba aquella noche. Palpaba uno a uno todos los huesitos de su columna y pensaba en lo mucho que le gustaba que su mujer fuera todavía tan jovial. Repartía el pelo hacia un lado y, luego, hacia el otro y se alegraba de que todavía hoy le sorprendiera. 

- ¡Comida afrosidiaca! ¡qué tía! me ha dejado planchado… - pensaba. 

Pasaba la palma de la mano por los pequeñísimos pezones rosados del animal y corroboró por enésima vez esa creencia suya de que tener niños no habría sino roto todo ese equilibrio mágico que tenían ellos dos. 

Antonia volvió, la puerta se arrastró ruidosamente contra el suelo al abrirla, la gata se revolvió en el regazo, dio un salto ágil y, antes de aterrizar, rozó con la cola la copa que Cristobal había posado en la mesita, lo suficientemente fuerte para que ésta cayera al suelo rompiéndose en tres pedazos, derramando todo el vino que contenía.

- ¡Si serás puta! - exclamó dando un respingo.
- ¡¿Cómo dices?! - respondió la vieja cerrando la puerta de golpe. 
- No, no es a tí, querida. Ha sido Coliflor. - dijo señalando el cerco granate que se había formado en el suelo - ¿Ves? Te dije que lo de la gata no había sido buena idea.

18 noviembre 2011

#15

- Oye, Romi, ¿soy yo o toda la gente me mira como si me quisiera devorar?
- ¡Guau!
- Ya, yo tampoco lo entiendo.

Ilustración: Emanuele S. Moszkowicz

Emoción y pensamiento


Dos momentos de la protesta mundial del 15O en Madrid.

En su visita a Madrid en Octubre, Zigmund Bauman dijo: "El 15-M es emocional, le falta pensamiento".
Y tiene su parte de razón. (No seré yo quien contradiga al padre de la modernidad líquida. No, no, no...)Pero jo... ¿no será que la emoción se ve más que el pensamiento? ¿o que la emoción florece por sí sola, mientras que el pensamiento requiere una elaboración, un tiempo, para llegar a la concreción? Las organizaciones horizontales, como el 15M, nunca se caracterizaron por la fluidez, ni por la rapidez en la toma de decisiones precisamente. Por eso, a la frase del sabio yo le añado un tímido 'de momento'.

Un momento de la Asamblea de lavapiés.

10 noviembre 2011

#14


Los ojos le hacían chiribitas. Mister japi se encontraba mareado. Ya iba siendo hora de dejar de mirar por el caleidoscopio.

06 noviembre 2011

El minuto 18

La jugadora número 11 miró el marcador.
Apoyó los codos en los muslos,
bajó la cabeza
y resopló.
- ¡Perdemos 16 - 48 y aún nos queda otra mitad!
farfulló. 
La número 9,
que la escuchó,
levantó la mirada
y le advirtió:
- ¿Pero qué dices, empanada?
Lo que estás mirando
es el reloj.

Y la número 11 pues...
¡se animó!

#12


Los amantes frugales compraron 150gr de chopped de lata. Eso era todo lo que necesitaban para celebrar su décimo aniversario.

Cuadro: Picasso 

04 noviembre 2011

#11


La mujer confiada desabrochó, uno a uno, los botones de su camisa. El doctor palpó sus pechos con esmero. Poco después le explicarían cómo eran los verdaderos test psicotécnicos.

#tweek

Estos fueron los microrrelatos que presenté al certetamen tweek organizado por @hipermedula.



Y el consumismo devoró a la conciencia. FIN.


- No hay brújulas que indiquen el sentido de la vida y Steve Jobs ha muerto..., se lamentaba el hombre contemporáneo. 


Un silencio agudo instala la incomodidad en las cabezas de los microviajeros. Una nota bemol rompe el hechizo del ascensor.


Soñaba con incendiar bancos de peces. Tras intentarlo mil veces, el pirómano utópico desistió. Terminó quemando uno normal.


La palabras del Sr.Ahorrasaliva se vendían caras. Siempre que hablaba, tenía algo que decir.
( Este último fue seleccionado entre los 100 mejores. Así que no quería dejar de compartir mi microalegría con vosotras, mis queridísimas cobayas.)

01 noviembre 2011

#9

La noche habia sido larga. La cabeza le hacia dumdum. Puso un disco de Mark Lanegan. Se había levantado con mono de voces graves. Esa mañana.

#10

Al apoyar la cabeza en su pecho, una leve arritmia le advirtió de una herida reciente. Siguió jugando con los pelillos de su pecho, entreteniéndose con las pecas de su piel. Después, huiría del contagioso desamor. Ya, sin dar portazo.

28 octubre 2011

#8

En el cibercafé tecnológico bluetooth 3G se hizo el silencio. La muchacha había pedido un boli.

26 octubre 2011

#6


Jipiwoman estaba tan contenta bailando sobre el arcoiris, que no reparó en la película de agua que se había formado en el color cyan. Resbaló. Cayó de ojo contra la triste realidad. 

25 octubre 2011

24 octubre 2011

#4

Era tan egocéntrico que ella, sin decir palabra, le enamoró en un día.

#3


La encontraron en la poltrona, tapada con una manta hasta las cejas. Los dientes bien apretados y el ceño fruncido. Había muerto de mal tiempo.

22 octubre 2011

#2


El hombre contemporáneo se compró una lupa introspectiva. Se había dado cuenta de que no se conocía a sí mismo.


Ilustración: Daniel Horowitz 

21 octubre 2011

#1


Poco le importaba a Tutú que los niños no jugaran con ella. Teniendo a Rigoberto como amigo, la vida siempre le parecía fabulosa.


20 octubre 2011

Tú y tu maldita conciencia

Ves esta imagen, vertical. Das al scroll hacia arriba y hacia abajo un par de veces, para verla bien. La vibración del color naranja te llena de energía, primero. La negación del calor,  el negro, te hace sentir triste, después. Mucho naranja para tan poco negro, piensas.
Y eso que aún no sabes nada. O sí, lees las noticias y además no eres tonto. Sabes que eso es un fuego. Y que nadie asará chuletas. Sabes que eso es Galicia, que es uno de los doscientosdieciséis incendios que se produjeron el pasado fin de semana. Prefieres ver el número escrito, porque así se hace más honor a la cantidad de hectáreas arrasadas, cincomiltrescientascuarentaydoscomasesentayseis.
Ahora que has caído en la cuenta, te parece que, definitivamente, falta bastante negro en la imagen. Quieres contribuir a ello. Pero te gustaría no tener que llegar al último recurso. Los bosques te gustan, pero no tanto como para eso.
Lo primero que se te ocurre es hacerte bombero, pero no puedes: te dan miedo las alturas. Lo desechas.
Miras a tu alrededor. Te acuerdas de la tarifa plana que acabas de contratar. Coges el móvil. Llamas al delegado de la Xunta, a ver si te dice en qué puedes ayudar. Su secretaria dice que no está, que se ha ido al fútbol. ¿Cómoooo?, le dices. A ver al Madrid, te responde. Ahora todo te cuadra: es ese tipo de persona. Cuelgas. Tienes que pensar más. Pensar más y mejor. Te das golpes en la cabeza. (¡No, contra la pared no! Con las manos, con las manos.
No consiste en partirse la crisma.) Te tranquilizas, respiras hondo, quieres evitar el último recurso. Eso es todo.
Barajas la posibilidad de organizar una manifestación gigantesca, ahora que la gente le esta cogiendo el gustillo a salir a la calle, estás seguro de que sería un éxito. Pero no sabes ni por dónde empezar, mailing masivo, a qué hora sería y dónde, contra quien es esta manifestación, quién va a hacer las pancartas, a quien hay que pedir los permisos, qué permisos hay que pedir... demasiado tomate. Además, razonas, muchas personas gritando no cambiarán que los árboles se hayan quemado. Y según estás pensando eso ya te estas arrepintiendo porque, amigo mío, eso, justamente eso, te lleva derechito al último recurso.
¡Mierda!, eso es lo que dices. Tendrás que plantar un árbol. 

Foto: MIGUEL RIOPA (AFP) en EL PAÍS

19 octubre 2011

Cuando las bicis hablan

Cuando las bicis hablan, dicen que están hartas de no tener su sitio propio, que con lo grande que es la ciudad, ya les podían hacer un hueco, que al fin y al cabo no ocupan tanto y ni ensucian, ni cagan, ni mean, ni suenan, ni huelen, ni contaminan, ni nada.

Cuando las bicis hablan, responden a esos coches monstruosos que parecen rodar gracias al claxon, diciéndoles que tampoco los todoterrenos están hechos para esta ciudad infestada de callecitas estrechas, que no sean tan ridículos. Y que si tienen que esperarse un poco y, durante 5 minutos, ir a 20km/h que se aguanten y tengan paciencia, que la calle es de todos.

Cuando las bicis hablan, responden a los ineptos que no, que no se habían dado cuenta de que esto no era Amsterdam, que el día menos pensado en vez de comer olivas iban a comer arenques crudos con la caña de después del curro. ¡No te digo! No. Les dicen que claro que esto no es Amsterdam, que allí no hay boinas. Y que nosotros, para librarnos de la nuestra, primero deberíamos librarnos de ese pensamiento simplón que sostiene que el coche (y el carné) es necesario y de ese discurso publicitario que martillea que sean la extensión visible del hombre hecho y derecho y que los asocian absurdamente con la libertad. Las bicicletas se preguntan qué leches tendrán que ver la ITV, el seguro, el garage, los robos, los choques, los partes, la gasolina, los puntos, los atascos y el túnel de lavado con sentirse libre.

Cuando las bicis hablan, les dicen a todos los peatones que quieren echarles a la carretera que eso es muy peligroso, que los coches van como locos, que si quieren saber de verdad cómo es eso que caminen por una de las vías cuando el tren viene por detrás, pitando. Y ya verán cómo se les ponen los nervios. Pero claro, los peatones no quieren saber nada, lo único que quieren es quejarse y molestar. Eso sobre todo.

Cuando las bicis hablan, se acuerdan de todas las compañeras que perdieron por el camino en accidentes, muchas veces, evitables. Se acuerdan de todas las lágrimas que vertieron al verlas hechas un amasijo informe de tubos, cadenas y piñones. Y se ponen tristes. Por eso, las bicicletas sólo hablan los últimos jueves de mes.

14 octubre 2011

Obús y Butrón, el binomio fantástico

El señor Obús iba un buen día caminando por la calle. Nada especial, salió a comprar el pan donde todos los días, a una tienda de barrio a cincuenta metros de su casa. Estando tan cerca la tienda, no solía cambiarse las zapatillas de casa, como aquel día. Total, ¿para qué?

Cuando iba a doblar la esquina se topó con el señor Butrón, un viejo amigo a quien había dado clases hacía años. ¡Menuda sorpresa se llevaron! El calambrazo de la impresión les dejó pasmados, mirándose fijamente a los ojos, durante un instante. Sin poder reaccionar. Cuando por fín se reconocieron, se abrazaron una y otra vez, pellizcándose las pieles ya flácidas del bajobiceps y golpeándose la espalda por detrás. (Al día siguiente, el señor Obús, más entrado en años, tendría moretones)

Sólo instantes después fueron capaces de relajar las sonrisas, para intercambiar algunas palabras. Torpes al principio, sinceras después.

- ¡Cuanto tiempo!
- ¡Y tanto!
- Deben ser... lo menos... lo menos... tres o cuatro años.
- Lo menos...
- Y bueno y que... ¿qué tal? -preguntó el señor Obús, emocionado- Cuéntame, hombre...
- ... - el señor Butrón seguía pasmado.

Todavía sonreía ampliamente, pero en el brillo momentáneo de sus ojos, el señor Obús, encontró un poso de pesadez, de rutina. Decidió empezar bien, entonces:

- Dejamé que te vea... Estás estupendo. Cómo se nota que te cuidas... Da gusto ver que hay cosas que no cambian.
- Bueno... si que intento cuidarme si... pero bueno, ya no soy el que era.
- Yo te veo bien, chico, no sé...
- Si, si estoy bien. Lo único es que, tu sabés, ya no es lo que era.
- Psssssclaro, menuda obviedad. Nunca es lo que fue, esa es la gracia de la vida...
- Entiéndeme, hombre, tu ya sabes de qué hablo, esto de haber pasado a la segunda plana... no sé, no es tan divertido, ni tan emocionante... Siempre estos días de otoño me hacen acordarme de aquellos días de gloria. Las entrevistas para la tele, verme en todos los periódicos cada día, estar en boca de vecinos, joyeros, restaurantes y ladronzuelos. Tú date cuenta, ¡que fui la estrella de la delincuencia de medio pelo!
- Si, ¿¡cómo olvidarlo¡? Todos hablaban de Butrón, la técnica infalible. Un poco aparatoso, quizás, pero tuviste a la policía dislocada una buena temporada. Anda que no me divertía yo leyendo la prensa esos días. Bueno, aún hoy me divierto cada vez que te veo. De aquellas lo comentábamos en clase, ¿te acuerdas?
- Y siempre nos decías que todo aquello era efímero, que todo tenía su fin. En mi caso aún no ha llegado ese momento, pero un buen día empecé a perder popularidad, empezaron a encarcelar a los ladrones y todo fue cayendo. Pasé de ocupar las portadas a llenar dos columnas miserables. Fue tan rápido... me dejó tan poco margen.... no sé, supongo que nunca interioricé tus palabras.
- Hombre, no te fustigues. Siendo como eres, Butrón, lo tienes complicado para interiorizar las cosas. Es tu condición de agujero.
- Vaya, tienes razón.
- Claro, pero bueno, mientras termina de apagarse tu llama, puedes ir buscando nuevos senderos. Ya verás - le decía el señor Obús, siempre optimista-, seguro que te puedes reciclar en otra cosa. Mírame a mí. Cuando terminó la guerra civil, mi actividad fue disminuyendo paulatinamente. Pero antes de tocar fondo, tomé otro camino. De mis tiempos de destino en Burgos, supe de unos pasteles de crema riquísimos y pesados como el demonio, todo sea dicho, que se llamaban obuses. Así que, terminada la contienda, no lo dude un momento. Me fui para allá derecho.
- Nunca me lo habías contado. Menudo cambio ¿no?
- Bueno, imaginaté, los primeros días aquello fue un sinvivir. Esas bocas ácidas, llenas de dientes y con esa lengua viscosa... al principio me resultaba repugnante. Pero, fijaté, luego me acostumbré. Al fin y al cabo, la vida es más amable en una vitrina que en el frente.
- Claro, eso sí...
- Pues eso, no hay que decaer, tienes que buscarte otra ocupación.
- Ya veo, pero no se me ocurre cuál.
- Pues eso es en lo que tienes que pensar.
- Ya... si quieres te invito a comer el sábado y me echas una mano. ¿Qué me dices?
- Pues ¿qué te voy a decir? que me parece una idea fantástica. Eso si, te advierto que con tanto azúcar y tanta crema pastelera como manejo, estoy a régimen, por el colesterol y eso.
- Eso no es problema, cocinaré algo ligerito. Hasta el sábado, entonces.
- Perfecto. Hasta entonces.

El señor Obús y el señor Butrón se dieron un apretón de manos enérgico, se abrazon y prosiguieron su camino con la tranquilidad de saber que se volverían a ver a los pocos días. En el universo de las palabras, siempre era una alivio encontrar un viejo amigo con quien charlar.

13 octubre 2011

Tragicomedia barata


Poniendo de por medio a ZP, a Moratinos, a Rubalcaba y al embajador de EE.UU, Llamazares consiguió que la CIA le pidiera perdón por usar su foto. Le dijeron que ya la habían quitado de sus páginas web. Palabrita. Y que sentían los pequeños inconvenientes que puede ocasionar que te confundan con Bin Laden en un momento dado. De corazón. Pero Gaspar no pudo irse de viaje a Libano, ni fue a EE.UU, ni a ningún otro sitio. El pobre temía por su seguridad.

¿Y la CIA qué ha hecho, pasado el tiempo? Pues lo mismo que los de Telefónica cuando no te hacen ni caso cuando te quieres dar de baja. Lo mismito. Han vuelto a usar su foto en otras dos ocasiones, haciendo que las narices de Llamazares se hincharan considerablemente, y no precisamente debido a un abuso del photoshop.

El hombre sigue temiendo por su seguridad y por su vida. Pero, lejos de compadecerle, la gente (ese ente) no le toma en serio: piensa que sólo tiene afán de protagonismo, que es un pesado que no hace más que darle vueltas al tema incansablemente. La opinión pública le vapulea como si fuera un pelele y se mofa de él con saña.

Lo que, salvando las distancias, me recuerda a mi amiga, que el otro día nos contaba con todo lujo de detalles el dolor que experimentó cuando su ano volvió a erupcionar, derivando en una almorrana. Nos dijo que sintió que se iba a partir en dos en cualquier momento, después de que su cuerpo temblase de forma compulsiva e imparable; y recuerdo cómo el resto de nosotros nos apretababamos el estómago con las manos, mientras nos reíamos a carcajada limpia. Más dramática se ponía ella, más nos reíamos nosotros.

Igual que le pasa a Llamazares: cuanto más sufre, más se burlan de él. De lo que deduzco que tenemos el sentimiento tragicómico de la vida muy arraigado. Sobre todo, cuando no se trata de nosotros mismos.

07 octubre 2011

Adiós, amor universal

Ya sé
que la violencia
no arregla nada.

Pero hay días
que...
¡te mataría!

Como hoy.
¿Quedamos esta tarde
pichurriiiiiiiiii?

06 octubre 2011

Costumbrismo

Los almendros este año están a rebosar, asi que tuvimos que emplearnos a fondo para recoger todo aquel fruto. A media mañana partimos hacia el Molino, así quedaron en llamar aquella tierra. Las tres, equipadas más mal que bien, pues sólo llevamos algunas cajas vacías y un par de ramas largas combadas, nos montamos en el coche cargadas de energía.
Al llegar allí, nos ibamos subiendo a los árboles por turnos. Una, desde arriba, vareaba, y las otras, desde abajo, recogíamos los cucos. Aunque se fueran al quinto lilaila, la consigna era no dejar ni uno allí tirado. ¡Ni uno!
Primero me tocó subir a mí, por ser la joven del grupo. Apenas estuve cinco minutos arriba, eché de menos una manga larga y unos guantes, pues las manos, de manejar el palo, me dolían, y los brazos, de agarrarme al tronco, se llenaron de arañazos. Debe ser que tengo la piel más fina, por ser de otra generación, porque ellas no se lamentaron en ningún momento.
- Por razones o por cojones, me dijeron, es el lema de las Palacín. Así que nada... me hice la dura, con tal de hacerle honor al apellido.
Después, se subió la Tía Lirio, que enseñándome lo fácil que era subir, ¿ves? pones un pie aquí y luego otro aquí, se subió ella.
- ¡Manda huevos! que con diez me temblaba todo y ahora con cincuentaytantos miramé aquí, subida al árbol, decía orgullosa.
En aquel momento se pensó la reina de los mares, o al menos esa fue la canción que entonó, sonriendo y balanceando las caderas a un lado y al otro, siempre desde las alturas.
Así estábamos, moviéndonos entre los almendros y comentando al tiempo los pormenores de la tarea. Hablábamos de lo díficil que era manejar ese palo reseco (que acabó partiéndose), del mareo que suponía agacharse a por cada uno de los almendrucos, ¡ay tantos que me está entrando hasta ansia!, de que antes ponían una lona en el suelo, pero que era peor el remedio que la enfermedad; me contaban algún trocito de su historia, del burro, de lo contentas que se ponían de pequeñas cuando los almendros se helaban; nos quejamos del calor que hacía y de las sudadas que nos pegábamos al trepar; pero, también apreciamos lo bonitos que eran los frutos de aquellos árboles, morados y verdes, y lo bien que se distinguían de la tierra seca.
De cuando en cuando, alguna encendía un cigarrillo.
- ¿Quieres un poco de cigarro chupao, hija?, me decía la Tía Lirio. Y yo, diciendo que me gustaban más con sustancia, lo cogía.
- Pues el caso es que tampoco hace falta darles muy fuerte, con tocarles un poquito ya caen. Pero claro, ¡hay que darles!, pensaba mi Momi en alto. Y yo, dándole la razón, dije que nos teníamos que echar un mango extensible, para poder darles. Pero eso ya sería por la tarde.El Molino está pegadito a la autovía así que no fueron pocos los camiones que, adivinando las siluetas de tres buenas mozas como nosotras en la planicie, nos pitaban saludándonos a su paso por nuestro lado. Nosotras, inmersas en nuestra tarea, hacíamos oídos sordos. Menos una vez: ya mi Momi estaba subida al árbol y la tía Lirio y yo, abajo, cuando uno de aquellos camiones nos regaló una estela de claxon grave y vibrante.
- ¡Hasta luego, majoooo!, dijo la una.
- ¡Que te la pique un grajoooo!, respondió la otra.
Y a mi una carcajada se me arrancó desde lo más profundo de las entrañas (¿de dónde saldrán las carcajadas?) inutilizando mi voz y mi hacer durante unos minutos.
- ¿De que te ríes simplón?, me dijo la una.
- Anda, pues deja que se ría la chiquilla. ¿No ves lo bien que se lo pasa ella sola?, respondió la otra.
Ni contesté. Explicar de qué me reía me pareció lo siguiente a obvio y, por otra parte, no pensaba que me estuviese riendo sóla, más bien lo contrario. Además, había un riesgo alto de atragantamiento.
Aprovechando la pausa-risa, decidí que iba a picar unos pocos almendrucos, que así, verdecitos, son un vicio que no se puede aguantar. Encima, estaba un poco cansada y necesitaba reponer energía.
- Pero no te pongas ahora a cascar, ya picarás en casa anda, me dijo la una mientras yo buscaba dos piedras.
- Pues deja a la chiquilla que se la casque. Pues anda, que si no te puedes comer unos pocos después de venir..., respondió la otra cuando yo ya me disponía a destripar a mi primera victima.
Repartí unos pocos, dos para mí uno para ellas, y seguimos con la faena un poquito más, tampoco mucho.
La tia Lirio se rozó en el ojo con una rama y veía todo nublado. Dijo sin inmutarse que seguramente se habría hecho herida, que ya le había pasado otra vez, que tendría que ir a ponerse una pomada. Pero, de momento, viendo que ella no se alteraba, lo tomamos con guasa. Encima de que habíamos ido mal preparadas, ¡ahora perdíamos un ojo! Recogimos las dos cajas llenas y volvimos a casa con el recao.
Dispusimos las cajas en medio de tres sillas y empezamos a pelarles, a quitarles la cáscara verdemorada.
- Hay que ver la de cortapichas que salen, hija, ¡hay más que mierda en Francia!, comentó la tía Lirio. ¡Ay!¿Y por qué diremos eso? Pues no tengo ni idea, estas cosas de las expresiones..., hablaba consigo misma en alto.
- A ver, calla un poco y echa la cabeza para atrás, que te eche suero en ese ojo, dijo mi Momi.
La tia obedeció sin requistar. Las gotas empezaron a caer en el ojo: una, dos, tres,cuatro...
- ¡Paraaaaaa que ya no me caben más!, decía la tía Lirio.
- Callaaaaa, que es para que limpie bien, respondio mi Momi sin dejar de echar.
La tía no pudo aguantar la presión y se tuvo que incorporar.
- Ven, que te ponga en el otro, insistió mi Momi.
- No, el otro lo tengo bien, no hace falta.
- Ven, que sí, ya que estamos...
- Que no hace falta.
- ¡Que si! ¡Venga!
Y la Tía, resignada, echaba la cabeza para atrás, otra vez.
- Joder, que tía, cada vez que abre una botellita de esas, me pone gotas cada dos horas. ¡Hasta que no se la termina no para!, decía la Tía entre risas con las mejillas encharcadas del líquido.
Mientras decía eso, mi Momi aprovechaba a ponerse ella suero en los ojos, pingando la botellita cosafina, no sin cierta ansia.
- Ahhhh que gusto, ay que ver cómo se limpian los ojos, decía Momi.
- ¿Ves?, ¿ves?, me decía la tia Lirio meneando la cabeza arriba y abajo, como buscando aprobación.
- Ven, hija, ¿tu no quieres unas gotitas?, me dijo mi Momi.
- Vengaaa, ponme cuarto y mitad, acepté.
Y seguimos con la tarea. La mar de bien, oye.

05 octubre 2011

Sgt. Pepper's

A veces que las cosas sean una patata tiene su aquel. Que la prensa estadounidense haya pasado de puntillas por el movimiento indignado, tiene gracia. Que ahora su referencia más cercana al movimiento 'occupy wall street' sea la primavera árabe, es de traca. Y que las autoridades caigan en los mismos errores (o aciertos, según se mire) para reprimir las protestas, no es más que la consecuencia lógica de toda esa patata entallada que es la (des)información.
¡700 detenidos! Ni en sus mejores sueños los manifestantes lo habrían imaginado mejor. Si hubieran sabido lo bueno que era eso para captar adeptos a la causa, habrían ido en fila india, las muñecas ya bien juntitas, diciendo ''oh, please, I want to be pepper sprayed or arrested instead''. Aunque quizás fue eso lo que hicieron. Nada mejor que una acción injusta contra esas pobres almas pacíficas para movilizar nuevas conciencias y sumar sus correspondientes cuerpos a las movilizaciones.
Ni Susan Sarandon, ni Michael Moore, con sus mejores intenciones, ni Radiohead tocando (o no tocando, más bien) en el epicentro del sarao, lo hicieron mejor. En este caso, la policía, a las órdenes de las autocridades fueron las celebrities más aclamadas.
Y es que, con la cantidad de barreras que tienen que saltar estos movimientos populares para conseguir algún éxito, se agradece que, de vez en cuando, haya algo de justicia poética, aunque sea en el campo de lo simbólico.

23 septiembre 2011

MariCastaña

Hacía tiempo
que el teléfono no sonaba.

Ya no había
transacciones que realizar.

Ya nadie
compraba
compulsivamente.

Ya nadie
trabajaba
con bancos.

Ya nadie
pensaba
que fueran útiles
para nada.

Se estaban extinguiendo.
Botín estaba en las últimas.

En cambio,
la venta
de colchones
había aumentado
considerablemente
aquellos meses:
viscolásticos,
de muelles,
individuales,
redondos,
con canapé,
futones al suelo...

Cada cual
lo tenía
a su gusto.

Entre tanto,
MariCastaña
se aburría
miserablemente.

A pesar de no haber trabajo,
la jornada en el banco
seguía siendo
la misma.
¡Cabrones!

Asi que,
para ver qué salía,
probó a meter
el dedo
en un agujero de la nariz
y después,
en el otro.

No salió nada,
aquel aire acondicionado
estaba
asquerosamente
limpio.

Después,
compró
millones de bolsas
de cacahuetes
bañados en miel.

Jugó a lanzarlos al aire
para después
atraparlos con la boca
bien abierta.

El suelo acabó perdido.
Las señoras de la limpieza
se enfadaron con ella:
la llamaron infantil
y patosa.
- ¡Que ni hacer el tonto sabe esta niñaaaaa!

MariCastaña se avergonzó.
Para evitar
más problemas,
se quitó
la tentación
de enmedio
regalándole
los proyectiles
a un cualquiera.

Seguía aburrida.

Las horas
no pasaban.

Ya había revisado
y cambiado
la pila del reloj
cuatro veces
esa mañana.
(Por si acaso era eso)
De repente...
¡IDEA!:
- ¡Haré un curso online
de venta de colchones!
¿por qué no?
La respuesta
vino sola. 
Apenas si pasó
diez minutos
mirando la información
empezó a bostezar.

Aquello era un rollo
macabeo,
la mandíbula
podía desencajarse
en cualquier momento.

Le habían dicho
que era
tremendamente
doloroso
(además de poco estético)
Así que,
desechó la idea.

Ya no sabía
qué más hacer.
¿qué puedo hacer?
¿qué puedo hacer?
no sabía que hacer.

De pura desidia,
cayó dormida.

Se despertó
en una de las cabezadas,
porque pensó
que se había partido una vértebra. 
(ya otra vez le pasó)
Pero no.
¡Qué susto!

Con el trajín, no se dio cuenta
que su turno
había terminado.
Yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Quiso poner una guinda
a ese día de mierda,
pero ¿cómo?
¿Cómo?
- Ya sé, ya sé,
me iré... ¡volando!

Abrió la ventana
de par en par
y se tiró
con una bolsita de plástico,
de las de la farmacia,
en la mano.

Con tamaño paracaídas,
descendió
los cincuenta
y siete
pisos
a la velocidad
del rayo
y
justo,
cuando
estaba
a punto
de estamparse
contra el suelo,
un calvorotagordinflón
que iba caminando
por la acera,
se cruzó
en su trayectoria,
muriendo en el acto.
(laostiaaaaaaaaaaaaaaa, fue lo último que pensó)

MariCastaña
rebotó
hasta el piso veintitrés
haciendo
doble pirueta
en el aire.
(se iba descojonando, la tía)

Fiuuuuuu...
Se salvó. 
Aún hoy
sigue pensando
que fue
gracias a
esa raquítica
bolsita
de plástico.

21 septiembre 2011

Pánico en Gotham


Esta mañana, uno de nuestros reporteros ha visto a Doña Esperanza Aguirre, enemiga de lo público número uno, saliendo del portal de su casa, sin maquillar (en la imagen).
Dando la vuelta a la esquina, se ha topado con Gabilondo y ha entrado en trance. Ha comenzado a reírse de forma sádica, mientras repetía maquinalmente: Huelga política, huelga política, huelga política, huelga política, huelga política, huelga política, huelga política, huelga política...
No tenemos más información al respecto. Nuestro reportero apareció muerto en la acera. Junto a él se encontró un naipe. ¿Adivinan de qué carta se trataba?

Piraten Partei

Los berlineses han dado 15 escaños de los 130 posibles al Partido Pirata, unos chavalitos que se dedican a la política a tiempo parcial, que dicen no tener muy claro por dónde van a empezar, que creen que los programas electorales se han demostrado inútiles, que no se esperaban el resultado, pero que aprenden rápido, dicen. No llevan ni traje ni corbata, las formas les importan poco, quieren ser el aire fresco en la política. Cuando les critican por tener a pocas mujeres en sus filas, su líder responde que es un problema no sólo del partido, sino de su vida en general, que está haciendo por cambiarlo. Tan pichi, como Berlusconi, pero al revés. 
Les importa más el fondo: el respeto a las libertades de los ciudadanos, a los derechos humanos, a la intimidad y a la transparencia política, que son los valores que defienden, incidiendo en el reflejo de éstos en las nuevas tecnologías. ¿Hay algo más post-moderno que esto?
Aquí también tenemos piratas, pero, de momento, se dedican a desmentir que sean unos frikis y a recopilar las firmas que les den permiso para poder presentarse a las próximas elecciones, a través de páginas como yoavalo.org  Después, tienen que esperar a que los españolitos abramos la mente y seamos capaces de votar a una cuadrilla de chavales descamisados cargados de buenas intenciones, además de esperar hasta que esos votos valgan de algo, claro... Por ahora, aún estamos en la fase de querer cambiar, pero sin cambiar... no sé si me explico.
Para cuando el cambio llegue, cambiando, creo que ya no viviré, y eso que planeo ser longeva, así que ya he empezado a planear mi viaje a Berlín. Para abrir la mente un poco... (más)

14 septiembre 2011

Instinto animal

Te vi a lo lejos. Tú y tu melena larga y tus piernas fibrosas y peludas ejercitándose al ritmo de una carrera frenética. Como enloquecido, entrabas en el agua, nadabas un rato, salías, empapado, corrías por la arena, te sentabas, te rebozabas en la arena, te levantabas y tus pies, por la presión, se enterraban en el fango, que  tus muslos, a base de fuerza, sacaban sin esfuerzo. Te veía tan atlético, los músculos contrayéndose y relajándose, tan lleno de vida, respirando con tanta energía, tan animal... no podía dejar de mirarte.
La mera contemplación de esa tarea tuya, infinita y estúpida, si se quiere, me entretenía de forma espectacular. Y eso que eran muchas las distracciones de ese lugar semiestancado, las barquitas, el ajetreo de los chavales haciendo una fogata, el tractor arando el campo en lo alto de la loma, la quietud del agua, la niebla acechando, cualquier cosa, las huellas de las pisadas en la arena,  cualquiera. Cualquiera que fuese eso otro se diluía alrededor de tu silueta, perdía interés, parecía poca cosa. De pronto, reparaste en mí y, como si yo fuera positivo y tu negativo, caminaste hacia mí a paso ligero, seductor, seguro de tí mismo, arrebatador. ¡Hasta me guiñaste un ojo! Yo me puse nerviosa, el corazón empezó a bombear sangre y más sangre y venga sangre, las manos sudando a mares y la cara de tonta. ¿Y si te acercabas demasiado? Sin embargo, antes de poder completar la magia del imán, a dos míseros metros de mí te paraste. Tu dueña tiró un palo al agua y saliste pitando a buscarlo.

04 septiembre 2011

29 agosto 2011

El calor


Los días han pasado entre humedad y calor. Mucho calor. Calor de risas, calor de amigos, calor de playa. Al volver a casa me hago un burruño en la parte de atrás del coche y miro la isla al caer el sol.  Parece que llevo aquí una vida, será porque estoy a gusto. Ahora, con el pelo mojado y olor a aftersun, espero a la fresca que los chicos salgan de la ducha. Daremos una vuelta por Palma, a ver qué se cuece. Ya están aquí. Adiós.

11 agosto 2011

La vida bajo tierra



Zanahoria 1: Uy que rasca de repente.
Zanahoria 2: Y que lo digas, ¡este aire viene colado!, ¡y cuánta claridad! apenas puedo abrir los ojos.
Zanahoria 1: Pues ni te molestes, no duraremos mucho aquí arriba.
Zanahoria 2: ¿Por qué dices eso? Todavía nos queda mucho por crecer... No me asustes.
Zanahoria 1: No, querida... estas pánfilas nos han sacado antes de tiempo de la tierra. Aquí ya no podremos crecer más. Sólo nos queda someternos a nuestro destino de ensalada.
Zanahoria 2: ¡Noooooooooooooooooo! Con la de cosas que me quedaban por hacer... justo ayer me hice amiga de un nuevo gusano. Jo, qué majo que era. Me hubiese gustado hablar más con él.
Zanahoria 1: Ya, yo también le vi ayer por el subsuelo. Tenía una cara de lo más simpaticona. Pero... pensar en eso es inútil, ahora hay que mirar hacia adelante.
Zanahoria 2: ¿Y eso en qué se traduce? ¿Nos resistimos?
Zanahoria 1: Es complicado, ellas nos ganan en número. Son tres.
Zanahoria 2: Tienes razón. Entonces, ¿qué?
Zanahoria1: Entonces nada. Sólo podemos aprovechar estos últimos momentos juntas. Ven, abrázame fuerte... te echaré tanto de menos....
Zanahoria 2: Ven aquí, tonta. Ha sido un gustazo vivir enredada a ti.
Zanahoria 1: Ay, tú siempre tan dulce y tierna... eres de lo mejorcito de la huerta, que lo sepas.
Zanahoria 2: Na... sin ti me hubiese aburrido como una ostra.
Zanahoria 1: Lo hemos pasado bien, la verdad es esa.
Zanahoria 2: Muy bien.
Zanahoria 1: ¡Uy! parece que ya nos separan....Te deseo un viaje espectacular amiga ten cuidado con los jugos gástricooooooos...
Zanahoria 2: Lo tendrééééééé...

09 agosto 2011

Say Cheeeeeeese

Cameraman: A ver, aguantadlo bien que se me sale del encuadre.
Constipated man on the right: Joe, macho, pues dale zoom out.
Cameraman: Que haríamos sin tí en el cuerpo, listillo, ¿no ves que no puedo, que llevo óptica fija?
Constipated man on the right: Chico, cómo te pones, yo qué sabía...!
Boldman on the left: Venga, dejaros de historias. Acabemos con esto cuanto antes, yo le agarro por el pescuezo.
Tallman on the left: Venga, y yo por la cabeza.
Riot shield man: Venga, y yo por el hombro.
Man on the back: Venga, y yo por el otro.
Constipated man on the right: ¡Qué bien lo hacéis chicos!, ¡qué maestría!, ¡qué dominio!, ¡qué..
Everybody all together: ¡Que te calleeeeeees!
Constipated man on the right: Glup...
Camera man: Y tú no te rías, que le restas dramatismo a la foto.
Black guy: ¿Cómo no me voy a reír? Esto es mejor que los Monty Pyton en sus mejores tiempos.
Camera man: Dale, ponte serio, que todavía tenemos que hacer 30 fotos...
Bold man on the right: Ay que joderse, los jóvenes de Oriente Próximo levantándose para pedir más libertad, y estos de Londres por una televisión de plasma de 42 pulgadas...
Black guy: Eso es mentira, que yo me pillé una Blackberry.
Bold man on the right: pfffff.... Odio mi vida.

05 agosto 2011

No soy una tendencia incomprendida

Flor Tera
De nada le sirvieron a mi madre
todas esas clases de protocolo
todas esas cenas de etiqueta
con gentes de la jete pesete.
Pensaba ella
que así
aprendería
a ser elegante.

Pensaba ella que
llevándome
a las mejores butiks
se me pegaría
el ‘buen gusto’.

Pero,
por lo visto,
se equivocaba.

Yo nací con un gusto arraigado
de inspiración floral
con toques chic
y cultura popular.

Sigue leyendo la historia de Flor Tera en 190º The magazine. pag 112

Texto: Flor Tera
Ilustración: Maria Maloy

La noche

Vestirse con mala leche. Apagar las luces y salir de casa dando portazo. Caminar hondo con unos tacones de infarto. Entrar en la noche. Descubrir siluetas difusas vagando entre las sombras. Plantarles cara. Sumergirse en la oscuridad para hablar con las aristas de la ciudad y sus concavidades. Balancearse entre las farolas, transformadas en movimiento fugaz. Desnudarse. Contemplar una luna llena e inmóvil a través de las gafas de sol. No para esconderse, para intuirlo todo mejor. Seguir con la mirada a esos gatos que, de noche, no son pardos. (Como yo...)
Editorial completo en: 190º The magazine. pag 116


Estilismo, maquillaje y vestuario: Sabrina Lázaro
Foto: Lauryn good shot
Asistente: Sergio Cabanillas
Agradecimientos al vodka.


04 agosto 2011

Carbohidratos

22.00 Me despego del hashtag #nopararemos
22.05 Pongo una peli.
22.06 Se me ocurre una brillante idea.
22.07 Paro la peli.
22.10 Ya tengo las patatas y la yuca cortaditas y puestas a hervir.
22.11 Contenta de saber que al día siguiente comeré papas aliñás doy play a la peli.
22.12 Me tumbo en el sofá cual morsa embarazada.

03.30 Me despierto esnucada, con el cuello doblado de cualquier manera. El ordenador hasta se ha apagado solo. Una cosa menos, pienso.
03.31 Me lavo los dientes.
03.33 Me tiro en la cama, rebotando dos veces.
03.33 y 1/2 Un olor extraño llega a mi nariz.
03.34 Ostriiiiiiiiissss!!!!!!!!!!!!! (versión para gente sensible). Salgo de la cama como un sputnik.
03.35 En la cocina, observo el paisaje lunar en que se han convertido las patatas, la yuca y la cazuela. Esto es lo que yo llamo carbohidratos, pienso.   
03.36 Apago el fuego. Tiro los escombros a la basura. Echo millones de productos químicos en la cazuela.
03.40 Reparo en el olor, es asqueroso, como de metal oxidado quemado.
03.41 Observo la cazuela. Quizás tenga que tirarla.
03.42 Vuelvo a la cama sin más miramientos. Mañana será otro día. Me concedo un triple rebote, por el esfuerzo.
03.44 Pierdo el conocimiento. Otra vez.

03 agosto 2011

Que viene el Papaaaaa


Antonio M. Xoubanova, publicado en El Mundo.
 Señora: Perdone señor agente, ¿sería usted tan amable de indicarme donde está el campamento de los jóvenes?
Agente: Pues lo siento señora, pero está en la basura.
S: ¿Cómo dice? Es que no oigo bien del lado izquierdo.
A: Pues nada, que esta mañana hemos tirado todo el campamento a la basura.
S: ¡Ay Dios!¿Pero cómo va a ser eso?
A: Es que viene el Papa a Madrid y nos han dicho que no le gustan las melenas ni los campamentos urbanos.
S: Ah ya... ¿Y los chicos? ¿Y mi nieto?
A: Los chavales se han ido de la plaza. Les despertamos a las seis de la mañana, pensando que así podrían aprovechar bien el día. Y nada, la verdad es que se portaron muy bien, se fueron sin rechistar.
S: Si, se les ve que son buenos chicos, si. Mi Rafita desde luego siempre ha sido muy responsable, siempre ha sido muy aplicado, traía buenas notas a casa y eso. Luego... si que es verdad que nos vuelve a todos un poco locos con lo de la injustia, las desigualdades y todas esas cosas que le preocupan, que si no compres esto, que si firma aquí, que si porque votas a estos o aquellos sinvergüenzas... así se pasa el día. No sé, yo de la mitad no me entero, pero le escucho porque veo que le importa. Es mi único nieto ¿sabe?. Yo le quiero con locura, es muy cariñoso, siempre que viene al pueblo...
A: Perdone señora, pero tengo lío, mire cómo tengo esa entrada, ¿le puedo ayudar en algo?
S: Si ya veo ya... que no se van ni con agua caliente... jejeje El caso es que yo había quedado con mi nieto en el punto de información, le traía algo de comida casera, que el pobre aquí todo el día metido estaba comiendo malamente. ¿Usted me podría ayudar a encontrarlo?
A: Me temo que no, señora, como le digo tengo bastante trabajo. Además, no sé cómo podría ayudarla.
S: Bueno, pues no se preocupe, no se preocupe, que yo me arreglo. Muchas gracias, ha sido usted muy amable.
A: Gracias, pero... perdone, ¿dónde va?
S: ¡Anda! Pues al medio de la plaza para que mi nieto me vea. Seguro que está entre toda esa gente en las entradas de la plaza. Él vendrá a buscarme, es muy listo ¿sabe?
A: Lo siento señora, pero no puede pasar.
S: ¿Cómo no voy a poder pasar? La plaza es de todos ¿o no?
A: Si claro, pero no dejamos pasar por motivos de seguridad. Es por el Papa, que viene a Madrid.
S: Sí, eso ya me lo ha dicho, pero comprenderá que yo no me voy a ir de aquí sin darle la comida a mi nieto después de todo el viaje. Además, llegar hasta aquí para hablar con usted me ha costado una sarta de chorizo de cantimpalo.
A: ¿Cómo dice?
S: Lo que oye. Se la he dado a ese, al que tiene los brazos en jarras. Que sino no me dejaba entrar...
A: Bueno, siendo así el caso.... pase, pero no arme mucho jaleo, que las masas se encienden por menos de nada. Si yo le contara....
S: Muy bien hijo, puede estar tranquilo. Muchas gracias. Que el Papa le bendiga.
A: Muchas gracias señora. Que tenga un buen día.
S: Lo mismo. Rafitaaaaaaaaaaaaaaa, Rafitaaaaaaaaaaaaaaaaa, que viene el Papaaaaaaaaaaa!